Aquel viejo músico

Aquél viejo músico

Y aquel viejo músico abrió las puertas del ese ropero llamado alma para vestirse con su traje azul marino, para volverse a colocar en su pecho con orgullo esa leyenda viva, “para los que fueron, son y serán para siempre músicos de la banda de Nuestra Señora de La Oliva

Un traje impecable, impecable como su alma y su amor por la música y por su patrona, forjaron toda una vida que hicieron posible no faltar nunca a la cita que todo saltereño espera en ese ciclo vital que comienza y termina en el mes de febrero.

El calzado dispuesto a emprender el último viaje de una procesión que se tornaba en una eterna retirada, para seguirla por la calles de Salteras, para honrarla con las notas que los maestros Joaquín y Dionisio le dejaron como mayor tesoro para la que era y es su banda.

Por último, aquel  maletín que atesoraba tantos y tantos recuerdos le esperaba en el salón de casa, donde el patrimonio que fue atesorando durante toda la vida: mujer, hijos y nietos colgaban de la pared mostrando un testamento vital de aquel que entregó cuanto tuvo en vida, y que ahora marcha junto a su Virgen de la Oliva, aquella que presidía su casa de la Plaza Juan Carlos I.

2020 no era un año más, era el año que el destino quiso que se cruzara una pandemia mundial que cambió nuestras vidas para siempre, en la que experimentamos el sufrimiento y el dolor por todos aquellos que perdieron la vida o enfermaron a causa de un virus mortal, que paralizó el mundo entero. Nadie podría imaginar, que tras aquel 2 de Febrero, nada volvería a ser igual.

La conciencia de aquel que había conocido la dureza y las necesidades de aquella época pasada hacían presagiar que nada volvería a ser igual. El equipaje justo para salir definitivamente tras los pasos de nuestra Virgen, la que lleva el nombre de nuestro pueblo, porque no se puede entender La Oliva sin Salteras, ni Salteras sin La Oliva.

Suenan «Los voluntarios» en ese trayecto que separa justamente la academia Joaquín de la Orden, de tu plaza y con él, comenzaba su último pasacalle del día de la patrona.

“Qué bien suena esto”

Como si fuera un niño con zapatos nuevos intentaba contener los sueños y los anhelos que siempre dispuso en su corazón para con su banda de La Oliva de Salteras y que allí se agolpaban para honrar de nuevo a la Madre de todos los saltereños.

No había otra banda posible donde hacer la música, era la banda de su Virgen, la que amaba desde pequeño, la que protegía a Salteras, la que siempre llevaba en su gorra de plato en aquellos camiones, para ir a Sevilla, o a Huelva, para llevar con honradez la grandeza de la música, estandarte de un pueblo de bandera.

¿Qué más puede pedir un músico de Salteras?

Años y años de esfuerzo, de penuria y de pesares en ese viaje que es la vida desde que uno nace hasta que muere en el que todos intentamos transitar y dejar nuestra huella para que cuando ella disponga estemos preparados para ver su rostro.

Antonio González
Antonio González

Y en ese preciso instante se abrieron las puertas de esa capilla eterna para que sonara, por última vez, el sonido de aquel clarinete, de aquel saxofón o de una flauta travesera en unas manos curtidas por el trabajo pero limpias, muy limpias, y que solo derrocharon amor por esta bendita tierra.

«Nuestra Señora de la Oliva», «La Estrella Sublime», «Virgen de las Aguas» o «Coronación de la Macarena», para que no deje de sonar la música, la música de Salteras.

Frente a frente, un músico. Un músico de esos de antaño se postraba ante ti, Virgen de la Oliva, para pedirte por última vez por su gente, por su familia, por todos los que amaron la música en Salteras, porque ya no podía mas, ya le fallaban las fuerza.

La ultima oración de ese músico de La Oliva de Salteras, fue entregar su honradez y su trabajo diciéndole:

Virgen mía de la Oliva

llegó la hora incierta

y cuando el señor disponga

y así me sienta llamado

a sentarme en su presencia

si en la vida lo he ganado

con mi música, con mi trabajo

a sentarme en su presencia

si en la vida lo he ganado

que hasta tus plantas divinas

vaya cogido de un brazo

con la sonrisa en la cara

O agarrado de tu manto

que es ancla de amor seguro

para aquellos que te amamos

porque ese día solo podré

mirar tu rostro sagrado

si tú, Virgen mía me acompañas

y me llevas a su lado

Si la Reina de Salteras

me coge de su mano 

Esta es la historia de un hombre bueno, un buen hijo, de un buen hermano, de un buen padre y de un buen abuelo. Es la historia de un hijo de Salteras, de un músico de su banda, La Oliva de Salteras, que se quiso ir ante tu presencia si hacer ruido, pero que dejó la huella en muchos de nosotros, huella imborrable y para siempre historia de la música y de Salteras.

Este año pasado todo ha sido diferente, hasta en la forma en la que un músico de La Oliva gana la Vida Eterna, pero siempre con algo muy claro:

Nada, ni nadie podrá cambiar jamás el amor de unos hijos, de una banda a su Madre y Maestra.

Es Febrero en nuestro pueblo, el pueblo de la Música, el pueblo de Nuestra Señora de la Oliva, de Salteras.

In memoriam de nuestro maestro, Antonio González Álvarez.

José Peña Rubio